PLANTEAR EL DEBATE POR LA DESIGUALDAD

“Dios es argentino” es una definición que caracterizó, durante décadas, el optimismo de los argentinos sobre el futuro de nuestro país. Quienes peinamos canas recordamos los lúcidos monólogos de Tato Bores, a partir de esa convicción colectiva, desde la ironía y el humor encerraban una sociedad llena de contradicciones, trampas, proyectos inconclusos y frustraciones. Todo en un marco de cincuenta años de violencia e inestabilidad institucional. Vamos a cumplir 40 años de la epopeya democrática y el balance desde lo institucional y en ampliación de derechos y libertades es favorable, pero negativo en lo económico y social.

La pobreza infantil con números que superan el 51 %, o sea 5,5 millones de menores de 14 años, demuestran el fracaso como sociedad y una vergüenza de la que no pueden eludir su responsabilidad toda la dirigencia política, económica y social. La incapacidad de crecer y la inestabilidad macroeconómica son características salientes de la Argentina en las últimas décadas. Plena pandemia cerramos 2010-2020 con 4 años de crecimiento y 6 de recesión, una caída del PBI per cápita del 18,5 %. Un importante crecimiento del PBI 10,3 % -año 2021- no se traduce en los bolsillos y el humor de los argentinos. La alta inflación genera incertidumbre y pérdida pronunciada del poder adquisitivo de los salarios. Los sectores medios y bajos ven deteriorar todos los días su calidad de vida. La bronca, el mal humor, el desasosiego y la desesperanza atrapan a la sociedad. Se profundiza la brecha social. Las desigualdades aumentaron, en nuestro país y el mundo, en plena pandemia y tienden a perpetuarse con el alza de los alimentos y la energía producto de la invasión a Ucrania.

En un informe presentado por OXFAM, enero 2022, titulado “Las desigualdades matan”, afirma: ” Los diez hombres más ricos del mundo han duplicado su fortuna, mientras que los ingresos del 99 % de la población mundial se habrían deteriorado a causa de la COVID-19. Las crecientes desigualdades económicas, raciales y de género, así como la desigualdad existente entre países, están fracturando nuestro mundo. Esto nunca ha sido fruto del azar, sino el resultado de decisiones deliberadas: la “violencia económica” tiene lugar cuando las decisiones políticas a nivel estructural están diseñadas para favorecer a los más ricos y poderosos, lo que perjudica de una manera directa al conjunto de la población y, especialmente, a las personas en mayor situación de pobreza, las mujeres y las niñas”.

Es un cuadro que pone en emergencia las Democracias y le plantea urgentes desafíos.

Los últimos datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) –cuarto trimestre 2021- sobre evolución del ingreso per cápita familiar de hogares, son un ejemplo de la desigualdad estructural en nuestro país. Un trabajador que gana 130.534 pesos por mes se encuentra entre el 20 % más rico (deciles 9 y 10). A su vez, entre quienes tienen empleo, el ingreso promedio fue de $ 55.823 de acuerdo a las cifras oficiales de los 31 principales aglomerados urbanos. El ingreso promedio de los cuatro deciles más bajo fue de 19.941 pesos. Del estrato medio (deciles 5 al 8) fue de $ 53.608. Concentrando el decil más alto ingresos que van desde $ 63.333 mensuales a $ 2.017.500, dando un 30,5 % de la población.

Considerando la educación como principal motor igualador podemos analizar los datos del Observatorio Argentinos por la Educación: solo el 14 % de los alumnos accede a una jornada educativa de 6 horas extendida o completa de 8 horas. Quienes tienen más horas de clase son los sectores de ingresos altos, escuelas privadas, con el 20,8 %. El nivel socioeconómico más bajo tiene 17,4 %. Y último los sectores medios, lejos, 11,8 % del total.

Urge plantear el debate sobre la desigualdad. Obligación, por historia y doctrina, impulsarlo desde la Unión Cívica Radical. Muchos que proclaman su republicanismo olvidan que el artículo 14 bis de nuestra Constitución Nacional, obra de Crisólogo Larralde, es un mandato constitucional de incumplimiento hace más de 60 años. Una agenda por la desigualdad afecta intereses y dificultades en su implementación. Opositores por izquierda, que sueñan con utopías y niegan la racionalidad macroeconómica, con una miopía de un falso progresismo que descansa en una supuesta superioridad moral. Opositores desde los sectores de la derecha del liberalismo económico, persisten con la teoría del derrame que ya fracasó en todo el mundo. Haciendo más ricos a los ricos. Apuestan a que la sociedad baje los brazos, denostando al Estado y las políticas públicas, para que quede prisionera de las corporaciones. La clave en disputa es: política vs negocios y desarticulación del Estado. Entendiendo la política como la herramienta articuladora de un proyecto de solidaridad y cooperación de país. Eliminando la pobreza extrema y dando un horizonte colectivo a los sectores medios, a los trabajadores y a los productores es el desafío de la hora.

El populismo de ultraderecha es hoy, en el mundo, un clima de opinión. Propiciado en nuestro país por grandes medios y a tambor batiente por voces del neoliberalismo. Apuntalan ese camino quienes sueñan con volver a los ’90 del menemismo o proponen dolarizar nuestra economía. En los jóvenes la situación adquiere mayor gravedad. Han nacido con plenos derechos y libertades, no sufriendo personalmente el autoritarismo. El individualismo, el consumismo, la droga, la indiferencia o Ezeiza no puede ni debe ser el camino que los convoque.

Quienes son violentos –acompañaron y asesoraron a genocidas-, niegan el cambio climático, tienen un discurso xenófobo y discriminador, trazan senderos de exclusión, descreen de las políticas de género y repudian el diálogo como herramienta fundamental de la Democracia solo profundizarán la grieta, el odio entre compatriotas y terminarán convocando los peores vientos económicos y sociales.

Estudiantes, profesionales, trabajadores de los sectores medios deben entender que su presente no pasa por asumir comportamientos, valores e ideas de los sectores altos que buscan consolidar sus privilegios. Deben rebelarse y no aceptar, pasivamente, el daño en la construcción de subjetividades cada vez menos cuestionadoras de lo que la sociedad hace de nosotros.

Imperativo de la hora es proponer políticas y propuestas que fortalezcan una alianza entre los sectores medios, productores y los sectores más humildes en la construcción de una Argentina solidaria, integrada al mundo, abierta, moderna e inclusiva. Con más y mejor Democracia. 

 PEDRO CALVO, Diputado Nacional (MC)

Share This