La población Argentina se compone de 43 millones de habitantes. Hay aproximadamente 1 millón y medio más de mujeres, que de varones. Sin embargo, aunque somos más, pesamos menos.

El gobierno nacional está integrado por más de una veintena de ministros. De los cuales solo tres son mujeres. En cada provincia de nuestro país, en promedio, se da un porcentaje similar. En total sumando los gabinetes de las 23 provincias y CABA hay más de 190 hombres ministros y no llega a 40 mujeres ministras (20%).

La mayoría de las ministras mujeres están en áreas de desarrollo social y educación.

Incluso donde gobiernan las mujeres (Buenos Aires, Santiago del Estero, Catamarca, Santa Cruz y Tierra del Fuego) también los gabinetes son mayoritariamente de hombres.

En la provincia de Buenos Aires hay 135 municipios, solo 4 tienen intendentas mujeres.

El poder Legislativo es el único que mejora apenas la situación, por la obligación que impuso la ley de cupo, que consiguió alcanzar poco más del 30% de bancas ocupadas por mujeres.

Los partidos políticos tienen militantes varones y mujeres. De casualidad, porque no parece muy estimulante militar sabiendo que de llegar, quedaremos afuera. ¿Qué necesitan las mujeres para lograr superar esta dinámica?

La escritora Virginia Woolf se hizo una pregunta similar a principios del siglo XX respecto a la literatura. Tras revisar toda la biblioteca del Museo Británico, notó que existía un número gigante de libros, incluso libros sobre mujeres, pero casi todos ellos escritos por hombres. Por eso, en su opinión, para escribir novelas, las mujeres necesitaban tener dinero y un cuarto propio.

La igualdad es requisito para construir una sociedad más justa. Sin embargo, en palabras de Pierre Bourdieu tenemos naturalizada la diferencia jerárquica entre sexos. Se trata de una ‘construcción’ social y la llamó violencia simbólica. Implícitamente todos/as acordamos un conjunto de hábitos y percepciones sobre el lugar que ocupa cada sexo en la sociedad. Esto podría explicar por qué ellos, y muchas veces nosotras misma,s no colaboramos abriendo camino a otras.

La sociedad todavía hoy divide la cuestión doméstica de la pública, de modo tal que todo está organizado para que cueste que encajemos en competitividad en el mundo exterior.

Para salir del laberinto es importante entender que no se trata de un problema individual de tal o cual mujer sino que en conjunto debemos re-formular las estructuras necesarias para que cada persona pueda desarrollar su vida en condiciones de igualdad.

Nos debemos un cambio cultural en donde ya no esté legitimado la postergación de las mujeres en determinados aspectos. Y ese cambio incluye que cuando haya gabinetes de gobierno mayoría de hombres, esté tan mal visto como cuando alguien insulta a otro utilizando el color de piel, la religión o alguna característica física o problema de salu

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