Documento del Foro Encuentro Reformista

En los últimos meses, algunos indicadores macroeconómicos parecen mostrar una aparente estabilización: la inflación desacelerada, los mercados financieros más estables y algunos datos con cierto equilibrio superficial. Sin embargo, la macroeconomía no está ordenada, por el contrario, es una bomba de tiempo. Porque al no estar impulsado a partir de más oferta de bienes y servicios, de más productividad, sino a expensas de desequilibrios estructurales cada vez más visibles y atado a un costo social producto del ajuste brutal, más que una realidad es un dibujo.

Cómo funciona el modelo actual

El modelo económico del gobierno de dólar barato, apertura de importaciones, con una lógica similar a la de los años de Martínez de Hoz: busca disciplinar precios internos a través de mayor competencia externa, pero en realidad golpea gravemente a la industria local. La desregulación de precios habilita una transferencia directa de ingresos desde los sectores productivos hacia los grupos más concentrados. Y una política salarial restrictiva, con un techo implícito a las paritarias del orden del 1% mensual, debajo de la inflación real, que deriva en una caída acelerada de salarios, jubilaciones, ingresos informales y de autónomos.

Entonces si hay menos ingresos y si hay menos productividad lo que bajó no fue la inflación real sino que cayeron el consumo masivo, las ventas, el empleo y el poder adquisitivo. Las familias que ahorraban en dólares como resguardo ahora los usan para gastos corrientes. La forzada austeridad finge haber ordenado los números.

La industria nacional y las PyMEs —columna vertebral del empleo de calidad y la movilidad social en Argentina— están siendo devastadas. En el último año, cerraron más de 12.000, como resultado directo de este modelo.

El populismo cambiario que saca al estado de sus funciones esenciales, pero permite su intervención para frenar el dólar, o contener los salarios en baja, combinado con una la falta de crédito, la presión tributaria mal diseñada y la falta de infraestructura, destruye la competitividad local.

En Argentina, el 10% más rico gana 15 veces más que el 10% más pobre, y si se mide por el promedio, la brecha asciende a 19 veces. Mientras la riqueza se concentra, el 30% más pobre apenas accede al 9% del ingreso total. Las mujeres ganan, en promedio, un 28% menos que los varones por el mismo trabajo.
Esta concentración no solo es injusta, sino también ineficiente y peligrosa. Cuando los sectores populares se empobrecen, cae la demanda agregada y se estanca la economía. Ningún país se desarrolla con un mercado interno deprimido y una sociedad partida.

 

Salud, educación y jubilaciones: las prioridades invertidas

Mientras se aplican recortes sobre salud, educación y jubilaciones, el gobierno no muestra la misma austeridad con otros gastos. Se incrementan los fondos destinados a la inteligencia (SIDE), con partidas de gastos reservados que crecen. Se promueve un blanqueo de capitales que premia a quienes escondieron y fugaron riqueza durante décadas.

Se amenaza con vetar una ley que otorga apenas un 7% de mejora a los haberes jubilatorios (que tienen carácter de “derecho alimentario”) y se recortan fondos para hospitales como el Clínicas, el Garrahan o el Posadas, donde profesionales de la salud trabajan con salarios por debajo de lo digno y con presupuestos que comprometen la atención de la población.
Tampoco puede ser aceptable que las universidades públicas estén al borde de la parálisis.

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Nuestra visión

Una estrategia de desarrollo requiere:

1- Responsabilidad fiscal genuina, basada en eficiencia del Estado, para combatir la evasión, pero también para que incentive la inversión.
2- Un gobierno que proponga una Ley de Presupuesto con su plan de gobierno y éste sea votado por el Congreso. No como actualmente que todo es discrecional.
3- Mayor justicia distributiva, con políticas que fortalezcan el mercado interno y reduzcan la desigualdad.
4- Con toda la energía destinada al desarrollo productivo, con protección inteligente frente a la competencia externa, apoyo a la innovación y financiamiento accesible para PyMEs.
5- Y una Planificación estratégica, recuperando la capacidad del Estado para regular, equilibrar, promover y garantizar derechos. Nunca retrocediendo en ciencia, ni en investigación ni en el acceso a la salud y la educación pública.

Como Foro Encuentro Reformista, rechazamos tanto el ajuste ciego como las recetas mágicas. La verdadera modernización y normalización de la economía pasa por ordenar en serio las cuentas y ser austeros, pero eso no significa desmantelar el presente para mostrar números que en realidad no son reflejo de la realidad que vive en pueblo argentino. Hay que bajar el discurso desquiciado plagado de agresiones y enfrentamientos, hay que enfocarse en construir un Estado eficiente, transparente, sostenido en base al ordenamiento de las cuentas, pero de manera real, no impostado. Con un presidente que lidere el rumbo, contenga las tensiones y actúe como faro de la nación. Y siempre con la vara de la honestidad, decencia y transparencia en el manejo de los dineros públicos.

La Argentina que queremos combina: Responsabilidad fiscal con justicia social. Eficiencia económica con inclusión. Combate a la corrupción. Apertura al mundo con protección de la industria nacional

EN DOS PALABRAS: DESARROLLO + IGUALDAD

Gonzalo Berra, Laura Echezarreta, Laura Musa, David Pandolfi , Adrián Gindin, Anibal Barengo, Silvia Collin, Alejandro Caracciolo, Gabriel Rodriguez Vallejo, Juan Farizano, Natalia Gomez, Tomas Carretto, Ruben Gabrielle, Gerardo Candierno, Adrián Costantino, Jorge Covian, Mónica Martinez, Agustín Campero, Pablo Alessandrini, Hector García Ferrol, Edgardo Dejdej, Fabiana Tunez, Juan José Acosta, Jorge Morales, Bernardo Acosta, Marcelo Buckley, Oscar Vazquez, Rodolfo Leon, Luis Kancepolsky, Flavio Buccino, Vanesa Juarez, Martín Pi De la Serra, Gustavo Gamallo, Pedro Querido, Jorge Avila, David Salischiker .

 

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