Por Facundo Suarez Lastra
Comparto una intimidad, anoche tuve un sueño. En un acto universitario, varios dirigentes reformistas de varias generaciones, entre los que la mía era la más veterana, teníamos que hacer un discurso de tres minutos en un homenaje a la Reforma Universitaria. Cuando me encaminaba a dar el mío, lamentaba no haber releído el manifiesto liminar para, dialogando con el hacer una crítica a Milei. Me salían un par de cosas y el auditorio aplaudía.
Me desperté a las 5.30, copie y pegué el manifiesto liminar y dialogando con el, a vuelo del teclado salió esto.
Tengan presente que sólo es un sueño.
Debemos romper las cadenas que nos atan a una política degradada e impotente que se ha ganado el repudio de gran parte de la población.
Tenemos que volver a llamar a las cosas por el nombre que tienen, que la pobreza sea pobreza, que aliente nuestra imaginación y empeño para superarla, que no sea una simple cifra que cambia con los indicadores de inflación, sin que se sienta en el hogar, la mesa, ni el lugar de trabajo de los argentinos.
Que las resonancias del corazón vuelvan a ser el motor de una lucha por el progreso y el bienestar, que reemplace el sitio tan cómodo como inmoral de la carrera política.
Las libertades no se obtienen a la par de la vergüenza, el autoritarismo, el mesianismo, el desprecio a la mirada del otro, el destrato al diferente, la insensibilidad frente al dolor, la falta de empatía. El desprecio por las instituciones, la prensa, la política y la tolerancia con la corrupción, jamás pueden ser compañeros de la libertad, ni medios para lograrla.
La rebeldía actual es violenta, la política desangelada y corrupta fue visualizada como una tiranía responsable de la decadencia, a la que se hace necesario borrar para siempre. La violencia de hoy es ejercida por los impostores que llaman revolución a una restauración conservadora.
La política debe dejar de ser el refugio secular de los mediocres, la renta secular de los ignorantes, la hospitalización segura de los vividores de un estado cada día más costoso e ineficiente. La carga insoportable de los que en las ciudades y los campos, se empeñan en generar riqueza enfrentando todas las dificultades, de los que renuncian a transformarlo en el órgano de la sociedad que contribuya al mejor desarrollo de sus fuerzas productivas y a que con la educación, la salud, la creación de bienes públicos de calidad, se afirme una base mínima de bienestar y dignidad para toda la población y eliminando privilegios, facilite la productividad de nuestra economía, que es el camino a la superación de un tejido social roto y empobrecido.
Nuestro régimen político es anacrónico y debe reformarse, esta especie de derecho divino de lo que bien, mal que nos pese, ha sido denominado casta, debe ser reemplazado, no por los impostores que con los residuos acomodaticios de la casta se atrincheran en todos los rincones del estado, sino por los verdaderos reformistas que estemos dispuestos a transformar el régimen tributario, previsional, educativo, sanitario, la coparticipación federal, sorteando los límites impuestos en la constitución y con las reformas que sean necesarias, hacer posible un cambio indispensable para la reorganización de la Nación.
No podemos ser los defensores del ancient regime, debemos ser la revolución, cuyo nombre hoy es transformación, Transformación pacífica sustentada en el poder de la voluntad popular de una sociedad que ha dado por agotado un modelo, que exige un cambio y en esa intención apoya por ahora a un farsante que, con artes de curandero, genera una ilusión que conlleva el peligro de, que en su fracaso, sea el camino del retorno al pasado.
Mantener la actual relación entre gobernantes y gobernados nos lleva directo a futuros trastornos, la condena de las legiones de energúmenos conservadores en las redes sociales, no puede paralizar nuestra acción, la expresión de nuestras críticas y mucho menos la formulación de alternativas, no hacerlo nos convierte en inconscientes y en cobardes.
La autoproclamada revolución libertaria, está reemplazando una casta por otra, es por eso que en cada área del estado, vemos hoy caracterizados miembros de lo peor de la administración desplazada por la voluntad popular vueltos a instalar en las posiciones de poder más sensibles, como los servicios de inteligencia y la administración tributaria.
La juventud de hoy parece haber renunciado a su papel transformador, innovador y desafiante. La oficialista es un batallón incondicional de un dirigente con quien no dialoga, la opositora, desangelada, desprovista de creatividad, impulso y vocación transformadora no alumbra por ahora liderazgos capaces de ejercer la motivación para la participación en una gesta reformista que genere una nueva alternativa.
Los que nos formamos en el llamado a la Juventud argentina de fines del siglo XIX creando la fuerza cívica que inaugurará la participación popular, en la Reforma Universitaria de principios del siglo XX y en la revolución democrática de 1983 , llamamos a la juventud argentina a que se sacuda de los liderazgos que la han atado al carro de corruptos y corruptores, que han transformado el impulso juvenil en nuevas generaciones de burócratas del sector público, para convertirse en protagonistas de la transformación que la sociedad necesita.
A la burla de la farsa libertaria se le debe responder con la más profunda condena a todos sus excesos e inequidades. Tolerancia cero a los atropellos institucionales, a los agravios a las personas, a la impostura frente a la corrupción.
Son muchos los dolores que nos quedan , son muchas las libertades que nos faltan.
Debemos ser muchos los que nos empeñemos en crear una alternativa liberal progresista, socialdemócrata, totalmente diferenciada tanto del libertarismo conservador cómo del antiguo régimen populista.
Es el desafío de la hora, es necesario que lo asumamos.
Hay un país que hoy no lo ve, en cuanto mostremos ese camino y con nuevas conductas, construyamos autoridad moral, que solo se logrará con buena política, lo verá y será el sostén de la renovación y el cambio.
Las resonancias del corazón nos lo advierten y nos impulsan a paramos frente a la inequidad y abocarnos al indispensable esfuerzo de construir la alternativa.
Facundo Suarez Lastra fue Intendente de la Ciudad de Buenos Aires durante el período 1987-1989; Legislador de la Ciudad 1997-2000 y Diputado Nacional 2017 – 2021. También es Viñatero