“Mi vida Heterodoxa” es un documental o realitty de la plataforma Netflix que relata en primera persona, el camino de Julia Haart, tras abandonar la comunidad judía ortodoxa de Monsey en N. York para transformarse en una empresaria exitosa de la moda a nivel internacional.
“Lo que me encantaría ver es que las mujeres tengan la oportunidad de tener una educación real, puedan ir a la universidad, no casarse a los 19 años en un Shiduj, o un matrimonio arreglado”, expresa Haart
Durante el doc menciona varias veces la crítica al “fundamentalismo” y señala que su misión es empoderar a las mujeres.
El reality intenta ser una especie de ejemplo de superación personal. Como lo son las notas de emprendedores que habitualmente leemos en los diarios, en donde alguien sin oportunidades de ningún tipo, gracias al mérito propio y tras haber sorteado un sinfín de obstáculos estructurales e imposibles, logra torcer su futuro desdichado y saltar a la cresta de la ola.
Además busca dar una lección al feminismo, como una meta posible de lograr dentro de los valores del capitalismo tradicional.
La historia, aunque no parece ser el objetivo que busca, es valiosa porque pone en evidencia el peso que: la cultura, la vida en cualquier comunidad, el habitual rol desigual de las mujeres, el peso de la independencia económica, los conocidos acosos laborales y la libertad sexual, tienen en la definición de la vida de las personas, aunque en el afán de mostrar que eso pasa solo en la ortodoxia judía, cae en un nuevo fundamentalismo: el del mercado, el de la primacía de la riqueza, y la sobreponderación de “nacer para triunfar de una sola forma”, como único camino en la vida.
Por las dudas y por si hiciera falta: No es que en esta nota se pondere un sistema comunista o se rechace la industria de la moda, y por supuesto ni siquiera que se intente defender a la ortodoxia de ningún tipo. Pero la “heterodoxia” vista como impuesta desde un solo formato parece terminar transformada en una superficie muy porosa. Y por eso es posible que salvo equilibristas, la mayoría caiga al vacío tropezando con los agujeros.
Sería interesante mostrar que la independencia económica es necesaria para el desarrollo de cualquier proyecto individual, pero esa independencia debe ser parte de una oportunidad colectiva. Y eso requiere de mecanismos que las sociedades deben poder garantizar al conjunto de su miembros.
La moda es arte, creatvidad, es diseño, genera muchos y variadísimos empleos pero también es un gran negocio concentrado y que va a contramano de un mundo que agoniza por considerar todo descartable. Y no solo desde el punto de vista espiritual o material (que sería suficiente) sino desde una mirada ambientalista.
Respecto al empoderamiento de las mujeres, esta muy en auge el concepto de crear una “marca personal” algo así como dejar nuestra estampa en la historia. Pero esto si bien sirve para diferenciarse profesionalmente también es una forma de considerarse a sí mismo/a como un producto. Y se olvida que lo que se vende es el producto o servicio que brindamos y no una misma.
Todos estos conceptos del marketing que tanto han favorecido a las más grandes compañías, fueron a la vez muy motivacionales para pequeñas emprendedoras. Punto para ellos, entonces.
No obstante, esta lucha imparable por “dejar nuestra huella” creó un obsesivo yo. Hoy las personas venden su vida personal como parte de la estrategia de marketing de sus productos, al punto de fundirse en una sola cosa. Las redes sociales están repletas o mejor dicho son el templo de esta impronta.
Y el resto, o sea la mayoría de las personas mortales no son más que “seguidores/as” pasivas de un espectáculo que muestra y solo prueba todo lo que se pierden de tener o ser.
Entonces el mayor “pecado de este documental es caer en el narcisimo de creer que una historia personal válida y admirable en algunos aspectos, realmente empodera a las mujeres, o cuestiona las estructuras del fundamentalismo. Más bien parece reemplazar uno por otro.
No es posible el feminismo sin un capitalismo que revierta su incapacidad de achicar la brecha de desigualdades. De hecho el feminismo aparece más como una respuesta frente a la crisis que el sistema ha generado y no logra resolver. Y por supuesto, la moda además de una industria cultural de gran contenido simbólico y por ende gran expresión de la forma en que viven las sociedades o aspiran, en diferentes momentos, no puede perder su perspectiva de dictadora de la cultura que por su propia reproducción impone con modelos de vida hegemónicos. Caminar hacia la diversificación en todos sus eslabones, la desconcentración y ampliar en serio la paleta a esta altura es más que una opción ideal. Debe ser el horizonte.
En conclusión, quizás sería bueno estar alertas porque la ortodoxia puede disfrazarse para una y otra vez, seguir bien vigente.