Por Marcelo Insúa
Hoy, grandes sectores de la Unión Cívica Radical (UCR) parecen haber ingresado en un estado político que podemos definir como Epojé. Este concepto, desarrollado por los filósofos Pirrón de Elis y Sexto Empírico en el 300 A.C, y retomado 22 siglos después por Edmund Husserl, se refiere a la suspensión del juicio, el acto de “poner entre paréntesis” las creencias y tradiciones previas ante un fenómeno desconocido.
El radicalismo vive su Epojé ante el fenómeno Milei. Se suspende de sus principios históricos y se esconde en su propia interna. La Epojé es útil como ejercicio filosófico para enfrentar lo inexplicable. Pero en política, suspender los principios y quedarse inmóvil frente a lo nuevo no es más que una abdicación del poder.
La UCR frente al fenómeno Milei: ¿parálisis o complicidad?
El radicalismo se encuentra atrapado en esta suspensión frente al fenómeno Javier Milei. En lugar de defender sus principios históricos de democracia, república y derechos ciudadanos, opta por refugiarse en sus internas.
La parálisis es preocupante, pero la complicidad silenciosa lo es aún más. La dirigencia radical parece seducida por Milei, quien promete poner fin al ciclo kirchnerista y, con ello, liberar al partido de su propia crisis de identidad. Sin embargo, esta suspensión de principios coloca a la UCR en un rol subalterno y reactivo, cuando debería ser una alternativa de poder.
La UCR, históricamente defensora de los valores republicanos, debería estar liderando la oposición en defensa de las instituciones democráticas. Sin embargo, permanece en silencio frente a los siguientes desafíos críticos:
La Corte Suprema de Justicia (CSJ):
El gobierno nacional insiste en modificar la composición de la CSJ para obtener una mayoría automática, proponiendo candidatos que no cumplen los estándares éticos y excluyendo a juristas mujeres. La UCR, que siempre defendió la independencia judicial, guarda silencio.
Organismos de Control: la Auditoría General de la Nación (AGN) sigue incompleta. Sin organismos de control independientes, se pierde uno de los pilares de la democracia republicana. La falta de control horizontal favorece las prácticas autoritarias.
Ley de Presupuesto: por segundo año consecutivo, el gobierno nacional gobierna sin presupuesto aprobado. Esto subvierte el sistema republicano al evitar la discusión en el Congreso, concentrando el poder en el Ejecutivo y debilitando la representación provincial en el Senado. Esta práctica, como señalaba Guillermo O’Donnell, abre paso a las “zonas marrones” donde la democracia se degrada y los gobiernos se transforman en democracias delegativas, marcadas por la discrecionalidad y el clientelismo.
Ataques a la prensa y la oposición: el presidente actual practica una política de hostigamiento hacia periodistas y figuras opositoras, degradando a los críticos como “ratas” o “degenerados”. Esta retórica del enemigo interno es propia de regímenes autoritarios y contradice los valores democráticos que la UCR debería defender.
La UCR ha abandonado la lucha por el poder, se encuentra en una crisis existencial. Se ha convertido en un partido que se sostiene en sus estructuras subnacionales, pero ha renunciado a su vocación nacional de poder. Sus dirigentes parecen más preocupados por preservar sus cargos locales que por recuperar el rol histórico de ser garantes de los valores republicanos y de la democracia.
El silencio frente a Milei puede explicarse por la necesidad de no ser asociados con los errores del pasado. Sin embargo, este silencio los condena a un papel irrelevante en la política nacional. La UCR corre el riesgo de convertirse en un partido sin proyecto político y sin liderazgo claro.
¿Cuál es el futuro de la UCR?
La historia muestra que, en política, el vacío no dura mucho tiempo. Si un partido abandona un espacio, alguien más lo ocupa. La UCR ya lo ha experimentado en la Ciudad de Buenos Aires, su antiguo bastión histórico, donde fue desplazada primero por el PRO y ahora enfrenta la amenaza de La Libertad Avanza.
Si el radicalismo sigue en su estado de Epojé, el futuro no será prometedor.
Lo cierto es que suspenderse en los principios, entrar en un paréntesis, puede ser bueno para disfrutar de un show de magia, donde ganado por la sorpresa, el espectador se rinde ante el buen mago que le esconde los hilos de la marioneta. Pero para un partido político es abandonar su principal objetivo, el poder.
La UCR debe volver a sus principios si quiere ser parte de las soluciones que la Argentina necesita. De lo contrario, quedará relegada a un rol decorativo, sin voz ni influencia en las grandes decisiones del país.
Sigamos levitando, mientras que no se rompa, que se doble.