La Política Exterior desde la Irracionalidad Previsible

  Por Lic Gonzalo Berra
La política exterior del presidente Donald Trump continúa siendo percibida como errática y frecuentemente contradictoria. Sin embargo, esta aparente falta de lógica puede comprenderse mejor si analizamos sus acciones bajo el lente del sesgo cognitivo conocido como “anclaje”, propuesto por los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky.
Kahneman y Tversky establecieron que las decisiones humanas están marcadamente influenciadas por una referencia inicial o “ancla”, independientemente de su lógica o justificación racional. Una vez establecido este ancla, nuestras percepciones y evaluaciones posteriores tienden a gravitar hacia ella, afectando nuestras decisiones incluso cuando somos conscientes de que esa referencia inicial puede ser arbitraria o injustificada.
En la actual presidencia de Trump, este principio psicológico se manifiesta de forma clara en distintas áreas críticas de su política internacional, particularmente en los conflictos militares, negociaciones económicas y disputas territoriales.
Respecto al conflicto en Ucrania, Trump ha fijado una referencia muy baja al plantear inicialmente reducciones significativas en la ayuda militar y económica que tradicionalmente Estados Unidos destinaba a Kiev. Además, esta postura fue radicalizada con la amenaza explícita de cortar completamente el apoyo militar estadounidense, así como la asistencia en inteligencia y comunicaciones satelitales provistas mediante Starlink. Esta amenaza actuó como un ancla severa, redefiniendo las expectativas de Ucrania y obligando a los aliados europeos a recalibrar sus compromisos y contribuciones. Al mismo tiempo, Trump ha generado tensión adicional insinuando públicamente el interés estadounidense por los valiosos minerales estratégicos ucranianos y mostrando un evidente desdén hacia el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en recientes encuentros en la Casa Blanca. El resultado ha sido una reducción generalizada en las expectativas internacionales sobre el apoyo norteamericano, obligando a Europa a asumir mayores responsabilidades y costos.
En el terreno económico internacional, Trump ha profundizado aún más la estrategia del anclaje mediante una política agresiva de imposición de aranceles excepcionalmente altos hacia socios comerciales clave, particularmente China y Europa. Esta política ha alcanzado un nuevo pico con el anuncio reciente del llamado “Liberation Day”, un paquete arancelario sin precedentes que busca redefinir drásticamente las reglas del comercio internacional. Al fijar inicialmente tarifas tan elevadas, Trump establece un punto de partida extremo que hace parecer razonable cualquier concesión futura, por menor que sea. Aunque estas tarifas han generado fuertes críticas debido a su potencial para perjudicar economías aliadas e incluso la propia estadounidense, la estrategia logra colocar a Estados Unidos en una posición negociadora aparentemente fuerte, obligando a otras economías a reaccionar desde una posición defensiva y conceder más de lo previsto inicialmente.
Groenlandia representa quizás el caso más ilustrativo y extremo de la táctica del anclaje utilizada por Trump. Al reiterar su intención de comprar el territorio autónomo perteneciente a Dinamarca, Trump vuelve a situar una referencia extrema que, aunque ridiculizada internacionalmente, consigue fijar una atención global renovada hacia la región ártica. Dinamarca rechazó rotundamente esta oferta, pero la simple propuesta impulsó nuevamente discusiones estratégicas acerca del potencial económico y geopolítico del Ártico, colocándolo en un lugar destacado de la agenda internacional. Trump, consciente o inconscientemente, logra así orientar la conversación hacia asuntos estratégicos que benefician indirectamente los intereses estadounidenses en el largo plazo.
En relación con Europa, la aplicación sistemática del anclaje por parte de Trump ha deteriorado considerablemente las relaciones transatlánticas. Desde los primeros días de su mandato actual, Trump ha marcado referencias radicalmente bajas respecto a la cooperación económica, los compromisos financieros con la OTAN y las obligaciones conjuntas en temas climáticos. Esta estrategia ha forzado a Europa a adoptar posiciones defensivas, obligándola a renegociar condiciones que antes se consideraban establecidas. La consecuencia no solo ha sido la obtención de concesiones parciales a corto plazo, sino también un incremento sustancial en la desconfianza europea hacia Estados Unidos, acelerando movimientos hacia una mayor autonomía estratégica y económica europea.
En definitiva, la actual presidencia de Trump sigue utilizando el sesgo del anclaje como una estrategia central para ejercer presión, negociar desde posiciones aparentemente irracionales y modificar expectativas internacionales. Comprender esta dinámica psicológica detrás de sus acciones permite anticipar mejor sus movimientos diplomáticos y negociar de forma más eficaz con una administración que, aunque aparente imprevisibilidad, en realidad opera dentro de un esquema irracional, pero profundamente humano y psicológicamente predecible. Esta comprensión puede ser clave para que líderes internacionales gestionen adecuadamente una etapa marcada por la incertidumbre estratégica generada desde Washington.

 

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