Por Pedro Calvo, Diputado Nacional UCR (MC)
Dice la Real Academia Española el estrés es producto de una tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves. Representa la pandemia el mayor hecho conmocionante, en lo social e individual, desde la segunda guerra mundial en la historia de la humanidad. Previó al COVID-19 el mundo vivía situaciones de conflictos y convulsiones a lo largo y a lo ancho. Desde los chalecos amarillos en Francia; las manifestaciones multitudinarias en Chile; los conflictos separatistas en Europa; las protestas por la libertad en Hong Kong; el descontento popular en Túnez y en el Libano entre otros escenarios y paisajes de violencia en países con gobiernos de distintos colores políticos e ideológicos. Sociedades activas que se expresaban desde la frustración y la bronca. El crecimiento de los regionalismos, la cuestión inmigratoria, el cambio climático, avances científicos y tecnológicos que anuncian mayor reconversión y desocupación laboral, debilitamiento de recursos en la salud y educación pública son síntomas de sociedades que no dan respuestas a los desafíos del siglo XXI.
Realiza el diario The Economist de Londres un índice sobre Democracias en el mundo. Utiliza en su estudio una evaluación sobre sesenta indicadores que se agrupan en cinco categorías diferentes: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento de gobierno, participación y cultura política. Analizando 167 países del mundo caracteriza a 20 como democracias plenas con un 4,5 % de la población mundial; como democracias imperfectas a 55 países abarcando un 43,2 % de la población mundial; define como regímenes híbridos a 39 países con un 16,7 de habitantes del mundo y 53 países con regímenes autoritarios y 35,6 de población del planeta. La democracia retrocedió en casi el 70% de los países del mundo en 2020 debido a las restricciones provocadas por la lucha contra el COVID-19. La pandemia de coronavirus ha provocado un enorme retroceso de las libertades democráticas, lo que llevó el marcador promedio del índice a mínimos históricos. El resultado global en 2020 fue de 5,37, el peor promedio mundial desde que se creó el índice en 2006. En 2019 había sido 5.44. Por su parte la ONG Freedom House afirma: “los regímenes represivos han respondido a la pandemia de maneras que sirven a sus intereses políticos, a menudo a expensas de la salud pública y las libertades básicas. Incluso las sociedades abiertas se enfrentan a presiones para aceptar restricciones que pueden sobrevivir a la crisis y tener un efecto duradero en la libertad”. Vivimos en un contexto mundial, consecuencia de la pandemia, que ahonda las desigualdades económicas y sociales. Según un estudio de OXFAM “el virus de la desigualdad” en tan solo nueve meses, las mil mayores fortunas del mundo ya habían recuperado las pérdidas económicas originadas por la pandemia COVID-19, mientras que las personas en mayor situación de pobreza podrían necesitar más de una década para recuperarse de los impactos económicos de la crisis. Por su parte CLACSO afirmó, mayo de 2020, que la crisis sanitaria global trae aparejada una profundización de la desigualdad en tres planos: 1) entre Estados centrales y periféricos; 2) entre sectores sociales; 3) entre Estados y grandes corporaciones. Así como no hay respuestas individuales a la pandemia no podrán los países eludir o ignorar la necesidad de respuestas y políticas globales para enfrentar la crisis económica-social y pensar el nuevo mundo post-pandemia. En esta dirección apunta el impuesto a las grandes corporaciones multinacionales del 15 %, primeramente impulsado por el G7, aprobado por 130 países entre ellos Argentina.
Quienes creemos y apostamos a la Democracia estamos persuadidos que asumir un compromiso cívico debe hacerse con responsabilidad y grandeza. Vivimos en nuestro país horas de angustia e incertidumbre ante miles de muertos, con situaciones preocupantes y/o dramáticas en lo económico familiar, dificultadas –por las lógicas medidas de aislamiento- las relaciones o vínculos personales y familiares. Encontrar los mejores caminos del presente requiere potenciar la civilidad apostando a la ciencia, la razón y el humanismo. Es la política la herramienta, insustituible, para construir un mensaje y un rumbo esperanzador y de futuro entre los argentinos. La política entendida como la ética de lo colectivo. Las disputas por el poder no pueden reducirse a la pequeñez, la mezquindad, la descalificación y/o agravio al otro. La democracia está en tensión en el mundo, consecuencia del COVID-19, el estrés en la política profundiza la decadencia y el descreimiento social en las instituciones y en sus dirigentes. Criticar el compromiso de Facundo Manes, referente social con prestigio científico en el mundo, con la política y desde la política con el país y al mismo tiempo viajar para “convencer” a Miguel Del Sel que encabece como senador las listas de Juntos x el Cambio en la provincia de Santa Fe es un agravio a la política y un ejemplo de decadencia e irresponsabilidad.