Tal vez el desafío más importante que se nos presenta a quienes ya vamos de adultos sea invocar la imaginación, aceptar el reto de lo que ya sabíamos que había que cambiar y no nos animamos en su tiempo, siendo que fuimos capaces de animarnos a tanto. 

Entregarnos a la imaginación implica dejar el sedentarismo político, el mapa conocido, las pertenencias partidarias como ghetto o club, las coyunturas globales como justificación de la nada misma en la repetición de lo fue quedando de las ideas, los retazos. También tendríamos que enterrar las creencias como las que sentencian que nuestros hijos estarán peor abonando una extensión temporal paralizante. De militantes políticos de las grandes ideas a ecologistas, feministas, economistas, profesionales o cocineros focalizados en la polución -sin vincularlo a la disminución de la jornada laboral- o en los hidratos de carbono -sin profundizar una política alimentaria- así como entre la república formal y los derechos que nos faltan, hemos olvidado la democracia profunda cometiendo un gran pecado, rendirnos.

Me refiero a esa Argentina que produce alimentos para … repetimos … y es esa Argentina de pobres, de pueblos olvidados, barrios precarios, también de una clase media forzada a pagar el colegio de sus pibes, la prepaga o reservar los viernes para los amigos porque todo no se puede; la de los comerciantes, los trabajadores precarizados, monotributistas, el empleo en blanco y el empleo en negro, los estatales y los públicos, en esa Argentina que nos tironeamos en la puja por el bienestar y en la que convive una enorme riqueza en pocas manos.

La pandemia, esta enorme lupa social debe empujarnos a discutir la estructura tributaria, la distribución de la riqueza y el diseño de una sociedad más justa, en ese marco  la agenda ineludible y oportuna es la Renta Básica Universal y el Impuesto a la Riqueza.

Si fuéramos capaces de actualizar las líneas históricas de nuestros viejos partidos, democracia en todo y justicia social para todos, estaríamos enriqueciendo un debate que ya incluye lo que deben hacer los pobres: trabajar -siempre es más tentador discurrir sobre qué hacer con la pobreza y no tanto sobre qué hacer con la riqueza -como si millones de pobres en el país no trabajaran en changas múltiples al margen de toda protección, albañiles, recolectores, artesanos o recicladores, esa idea que supone que el otro no sabe qué hacer con su dinero que en algunos casos será un complemento y en otros apenas el arranque.

De dar dinero a enseñar a pescar no terminemos financiando a los de siempre con la mano de obra de los pobres. La Renta Básica y Universal tendrá nuestra impronta, un modo argentino, pero abramos el mate porque el trabajo, que es escaso, no colma las expectativas de bienestar de millones de argentinos.

En los últimos años se ha producido en el país la mayor transferencia de recursos de los sectores más pobres por vía de servicios, tasas y tarifas que engrosaron las arcas de los sectores más ricos; los planes asistenciales se escurrieron como agua entre los dedos y el trabajo de los argentinos corrió la misma suerte.

Más de la mitad de nuestra población está siendo subsidiada de alguna manera, el ANSES alcanza a 18 millones de argentinos a los que debemos sumar los IFE implementados en la pandemia por covid19 y el 50% del salario de muchísimos trabajadores, mientras quedan pedaleando millones de no registrados.

Escribo desde un viaje al pasado de esos a los que nos arrastra el aislamiento y recordé los proyectos de embellecer mi barrio, en Lanús, por entonces era concejal y elaborábamos un plan, una suerte de bonificaciones y beneficios para quienes quisieran arreglar los frentes, alisar veredas o plantar un árbol, pasando por una escuela de oficios que diera herramientas a los más vulnerables para desempeñarse en aquellas tareas; la generación de empleos siempre era una propuesta y el objetivo era estimular a salir de la pobreza a la tercer generación, porque ese era el tiempo que calculábamos para salir de la escasez en un país en el que la riqueza se hereda y la pobreza también.

Proyectos que no encontraron consenso aquellos días en los que el espíritu alfonsinista -solidaridad e inclusión- resultaba antiépoca, los albores del neoliberalismo noventoso. Y es que las ideas tienen su tiempo y aquel no lo era.  En este salto enorme del recuerdo 1990/2020 la tercera generación fue extendida a las siguientes, los planes focales todavía deben incluir accesos, agua, energía, conectividad, servicios, ciudadanía y las veredas limpias no apaciguaron la desesperante expectativa de inclusión para unos y de bienestar para otros, los programas sociales deben ser pensados para todos y dar dinero es un paradigma a explorar.

Las ideas tienen su tiempo, los sueños no. 

Sandra Rioboo: Entre 1989 y 1993 fue concejal de Lanús y luego diputada provincial. En 2007 accedió a la banca de diputada nacional hasta el 10 de diciembre del 2011.
Fue candidata a senadora por el Frente Amplio Progresista (FAP) de Hermes Binner

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