¨Muchos y muchas  jóvenes se han involucrado, manteniendo vivo el valor fundamental del radicalismo: la educación pública y la universidad, laica y gratuita¨

 

¿Cómo fueron tus inicios en la militancia política?

 

A mis 18 años mi marido desapareció. Fue en agosto de 1976 cuando él tenía 21 años. Nos conocíamos desde la primaria y éramos novios desde jóvenes. Nos habíamos casado y esperábamos a nuestro primer hijo. Yo tenía 7 meses de embarazo cuando, como a muchos otros, lo secuestraron en una reunión con compañeros en plena vía pública. Mi suegra fue una mujer muy valiente que lo buscó por todas partes; nuestras familias se apoyaron mutuamente en la búsqueda y nos hicimos inseparables Sin embargo, ella fue la más corajuda de todas.

Raúl Alfonsín me llamó la atención en contraposición a la propuesta peronista de continuar con la autoamnistía de la Junta Militar y lo que planteaba sobre los derechos humanos. No podía entender como quienes vieron su vida deshecha por la dictadura fueran a  apoyar y votar un peronismo que, asi como había decretado la aniquilación subversiva en 1975, en 1983 proponia la amnistía y el olvido. En ese entonces dos compañeros de oficina que eran militantes radicales, especialmente el chino Rasines y su esposa Teresa,  me llevaron a charlas en comités entre 1981-1982.

Escuchábamos a Enrique Vázquez y participábamos en reuniones de jóvenes radicales que explicaban a Alfonsin y su  “Renovación y Cambio”.

 

Finalmente, después del acto de Luna Park en 1982, me afilié. Esa noche salí convencida de que Raúl Alfonsín tenía una propuesta diferente para resolver los problemas de Argentina y que esa solución era la democracia, la justicia y los derechos humanos.

 

Empecé a militar a los 23 años y, a partir de entonces, mi familia y yo dejamos atrás un crudo invierno para apostar a esa “primavera alfonsinista” que nos devolvió la esperanza.

 

Años más tarde, tuve dos hijas en un segundo matrimonio. Desde entonces, el radicalismo me ha brindado familia, historia, militancia, mis mejores amigos y amigas, a quienes conozco desde hace 40 años. Además, me dio grandes experiencias y oportunidades. De joven, me uní a los equipos de gobierno en la municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires cuando Suárez Lastra fue intendente y trabajé con el querido Luis Quevedo.

 

Eramos tan jovenes y nos dieron como responsabilidad comenzar la primera tentativa de descentralización de servicios  en los barrios de Buenos Aires, organizando los consejos vecinales, desconcentrando servicios sociales zonales, registros civiles…Un trabajo impresionante que siempre agradeceré a Facundo y a Gabriela González Gass por la oportunidad.

 

Fue una gran experiencia en urbanismo, servicios sociales, relaciones con vecinos y organizaciones no gubernamentales, gestión de residuos y escuelas.

Una gestión innovadora. Sería maravilloso escribir un libro sobre esos cuatro años de jóvenes gobernando la ciudad de manera tan novedosa y bastante exitosa.

También la experiencia en los locales partidarios de aquel momento, en los barrios, donde se organizaban mutuales que realizaban trabajo social y, de alguna forma, unificaban el plan alimentario nacional, la salud sexual y reproductiva, y el plan de alfabetización, así como jardines maternales y apoyo escolar. Aunque estaban con los locales que eran partidarios, funcionaban de forma independiente.

Varios locales adoptaron esta dinámica durante los gobiernos de Alfonsín y los primeros años de Menem. En mi caso, el local de Formosa 114 funcionó así desde 1985 hasta 2003.

¿Qué aspectos de esa época crees que deberían rescatarse y qué valoras de militancia de hoy?

 

En el interior, las cosas son y fueron diferentes, con un partido  muy presente. En la Ciudad de Buenos Aires, hubo un alejamiento de los locales partidarios barriales tras el menemismo. Y en una segunda oleada tras el gobierno de la Rúa en 2001, mucha gente abandonó el radicalismo.

 

Sin embargo, el partido ha retomado fuerza en tiempos recientes, con muchos jóvenes acercándose al partido, ya sea a través de la Franja o la Juventud Radical. Hoy en la Ciudad de Buenos Aires hay una renovación.

Muchos y muchas  jóvenes se han involucrado, manteniendo vivo el valor fundamental del radicalismo: la educación pública y la universidad, lauca y gratuita,  quizá la joya más importante que debemos mantener con toda nuestra fuerza, ya que es el símbolo más fuerte de la Argentina que admiramos: personas formadas académicamente dentro de un esquema de educación pública.

 

También destaco la apertura de nuevas universidades, que han permitido que personas de barrios más alejados accedan a la universidad y que primeras generaciones de universitarios surjan de lugares como General Sarmiento, La Matanza, 3 de Febrero o San Martín.

 

Volviendo al radicalismo, me encanta que los y las  jóvenes se hayan sumado. Esto ha generado nuevos dirigentes, tanto hombres como mujeres, que han sacado al radicalismo de su zona de confort, donde a veces se queda la vieja estructura del partido. Todo esto ha impulsado cambios y competencia, que siempre es positivo en un partido político porque fomenta el movimiento y la competencia. Acompañar este proceso de la juventud es algo que disfruto activamente. Siempre con el compromiso de que las mujeres, que somos las mas en la base logremos llegar a la paridad en el tope.

María y sus hij@s

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