El colapso del relato del PRO -”venimos con el mejor equipo de los últimos 50 años a superar 70 años de decadencia”. “Desde el éxito en la actividad privada venimos a hacer lo que hay que hacer”. “Vamos a terminar de una vez por todas con el peronismo y la vieja política”- dejó tierra arrasada.

Desesperadas ante la incertidumbre que produce el vacío, se alzan voces inconexas y discursos fragmentarios, siempre anecdóticos. “Fernandez miente”, “el ajuste que no hubieran dejado hacer al anterior gobierno”, “las pistolas Tasser”, “el problema es el déficit”, “la emisión”, “la novela de Borges”, ”Evo”,”Venezuela”(?). Críticas, muchas de ellas, casi estéticas.

No existe aún un conjunto de ideas de la oposición, un pensamiento crítico sobre las acciones del nuevo gobierno que pueda configurar una alternativa política.

Es lógico. Han pasado sólo 40 días desde la asunción de Alberto Fernández.

Y casi todo lo que hace un gobierno al inicio tiene mucho mas que ver con la herencia que recibe que con sus aspiraciones.

Los oficialismos que pasan a la oposición, se preocupan -en general- por colaborar con quienes llegaron al Poder al inicio del nuevo período. Lo hacen porque es lo mas conveniente en el corto y en el mediano plazo. Ayuda a minimizar el debate respecto de la herencia que se deja -un conjunto de hechos por los cuales acaba de perder la elección- y en el mediano plazo nadie podrá achacar que se puso palos en la rueda, algo que resulta útil, tanto en el éxito como en el eventual fracaso del nuevo oficialismo.

Las acciones del nuevo gobierno argentino tienen un elemento ordenador: cuidar las divisas que genera el sector externo para poder enfrentar los pagos de la deuda externa.

Pongamos las cosas en claro:  más allá del 55% de inflación, el desempleo y la pobreza creciente, la recesión, el macrismo manejó al país como una Pyme familiar que, ante un fracaso de estrategia de negocios, acudió a una cueva en la city para cambiar cheques todas las semanas. Buena parte de los cheques están nominados en moneda extranjera.

Salir de la vorágine de los cheques siempre es complicado pero sin arreglarlo no hay camino alguno por delante.

Las soluciones posibles de un endeudado hasta la coronilla siempre son no pagar nunca más o renegociar las condiciones. El suicidio o la muerte accidental del deudor se incluye dentro de la opción no pagar nunca más.

Fernandez empezará a hacer el gobierno que quiere luego de encontrar esa solución.Mientras tanto será una administración de transición que intentará sacar al país de la cueva financiera donde cambia cheques y no mucho más.

La estrategia que propuso para hacerlo no es un brutal ajuste fiscal.

Es un brutal ajuste de divisas.

En los últimos 10 años, compramos 900 millones de dólares por mes. Es la forma en que ahorramos. 11.000 millones de dólares anuales. Por lo tanto, el saldo de divisas del país tiene que ser positivo en 11.000 millones, para que podamos comprar esos dólares.

Al mismo tiempo, cuando no existen restricciones de ningún tipo, los argentinos gastamos otros 11.000 millones en viajar.  Incluso con tipo de cambio de 80$, el saldo negativo de divisas por viajes, pasajes y otros pagos con tarjeta fue de 500 millones en diciembre de 2019, 6000 millones de dólares anualizados. Por lo tanto necesitamos que nuestra economía produzca un excedente de 22.000 millones de dólares por año, para que podamos comprar dólares y viajar sin límites.  Todavía no hemos importado ningún insumo para producir, ningún producto de consumo, ni ningún bien de capital.

Mas allá de las políticas que generen un aumento de las exportaciones en el mediano/largo plazo, ¿qué tipo de cambio es el que produce el excedente de divisas necesario para afrontar la compra de dólares y los viajes? ¿Cuánta pobreza produce ese tipo de cambio?

El brutal ajuste de divisas no está bien ni está mal. Es inevitable. En todo caso la oposición debería proponer un ajuste de divisas alternativo, que, obviamente, no sea el que implementó el PRO en la última parte de su gobierno, que fue caótico, impredecible y sobre todo, recesivo e inflacionario.

El ajuste fiscal planteado afecta a muy pocos argentinos. A los mucho mas ricos, no a la clase media. Y mejora a los que menos tienen.

La clase media no contará con mas subsidios para comprar dólares como forma de ahorro ni para viajar. Y esto la enoja mucho. Es el “ajuste” que siente.

En todo caso, es mas que lógico que esté disconforme. Hace años que ahorra en dólares. No lo hace porque actúe con malicia ni por banalidad. Actúa racionalmente ante una macroeconomía inestable, con precios relativos volátiles. Sabe que al final del día el dólar siempre termina actuando como reserva de valor.

En la mayor parte de las economías nacionales, ese ahorro se transforma en inversión mediante la intervención del sistema financiero. No es algo que suceda en la Argentina, esos 11.000 millones de dólares no financian ninguna inversión. En términos macroeconómicos sirven para muy poco, prácticamente para nada.

Paradójicamente, el ahorro individual racional, algo loable, genera una gran fragilidad macroeconómica.

Una buena línea discursiva para la oposición sería preguntarle al oficialismo de qué modo piensa reconducir el loable ahorro de los argentinos hacia la inversión.

La democracia argentina necesita de un gobierno que administre los bienes públicos con racionalidad, que lidere atendiendo razones de la oposición, respetando las reglas de juego, modificando, enriqueciendo sus políticas con la voz de todos los actores políticos.

La democracia argentina necesita una oposición racional, que ofrezca una visión alternativa integral de los actos del gobierno.

Los viudos, las viudas del gobierno del PRO no le sirven a nadie. Ese gobierno fracasó, sus ideas estaban erradas.La oposición debe asumirlo y superarlas.

 

Gonzalo Berra, Economista

 

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